Fue en Santiago, en la rúa do Franco. Y Pereiro, el protagonista de una situación esperpéntica que describe cómo anda el patio en el mundo del ciclismo. El corredor gallego fue sometido a un control antidopaje en el interior de una cervecería ante el desconcierto de los incrédulos clientes.
La situación se produjo la pasada semana. Óscar Pereiro, en compañía de unos amigos, entre ellos el ex atleta Alejandro Gómez, hacía tiempo en la barra de un local en la popular calle santiaguesa mientras esperaban por otro compañero. Entonces, sonó el teléfono móvil del ciclista.
-Hola, Óscar. Te llamo de la UCI. Llevamos un rato al lado de tu casa. Queremos hacerte un control de orina y otro de sangre. ¿Dónde estás?
-No estoy en Vigo ni tengo pensado ir en horas. Estoy en Santiago pasando el día.
-Pues tenemos que hacerte un control.
-Pues venid aquí.
Y eso hicieron. Alrededor de una hora después, los dos enviados de la UCI se presentaron en el lugar cuando Pereiro y sus amigos estaban dando cuenta de las viandas. Invitaron a Pereiro a acercarse a un hotel y proceder a las extracciones, abandonando la amistosa reunión. El gallego dijo que no: «Estaba con unos amigos y no quería dejar la comida. Y no tenía obligación de hacerlo. Yo tengo que estar disponible para cualquier control durante una hora al día en un sitio concreto que está prefijado. En este caso, en mi casa, de siete a ocho de la mañana. Les dije que o procedíamos allí mismo o que esperaran lo que hubiera que esperar».
Los enviados de la UCI decidieron hacerlo en el restaurante. Al no haber espacio suficiente en el servicio, lo hicieron justo al lado, en el pasillo de los baños, detrás de unas puertas tipo oeste americano, que permiten ver las piernas y la cabeza. Allí, en un lugar accesible para cualquier otro cliente, Pereiro se bajó los pantalones y los calzoncillos hasta la altura de los tobillos, como mandan las normas; se subió la camiseta, se lavó las manos delante del vampiro para que pudiera dar fe de que no se producían manipulaciones y orinó con luz y taquígrafos.
Igualmente, los vampiros sacaron el material para realizar la extracción de sangre. Y allí, por donde la gente pasa camino de los baños, se tomaron las muestras, que se depositaron después en una nevera portátil. La imagen de Pereiro entrando a los aseos acompañado de un hombre y una mujer con una nevera llamó la atención de la clientela y de los camareros. Según Alejandro Gómez: «La gente alucinaba. Estaba lleno de extranjeros que miraban a tres personas meterse en la zona de baños, que tardaron en volver y que hacían movimientos extraños tras las puertas. ¿No quieren limpieza en el deporte? Entonces, ¿por qué se hace una extracción de sangre en un lugar tan poco higiénico? Desde el punto de vista de un deportista, nos tratan como a delincuentes. Tenía que haber ido a la Catedral a hacerse el control».
«La verdad -dijo Pereiro- es que ahora me lo tomo a broma, pero es para estar quemado. ¿Por qué se gastan el dinero en mí que hace meses que no compito? Ya me han hecho controles en bares, aeropuertos, nada más acabar un partido de fútbol... en fin. La gente que estaba en el local comprobó a qué situaciones se puede llegar».
La situación se produjo la pasada semana. Óscar Pereiro, en compañía de unos amigos, entre ellos el ex atleta Alejandro Gómez, hacía tiempo en la barra de un local en la popular calle santiaguesa mientras esperaban por otro compañero. Entonces, sonó el teléfono móvil del ciclista.
-Hola, Óscar. Te llamo de la UCI. Llevamos un rato al lado de tu casa. Queremos hacerte un control de orina y otro de sangre. ¿Dónde estás?
-No estoy en Vigo ni tengo pensado ir en horas. Estoy en Santiago pasando el día.
-Pues tenemos que hacerte un control.
-Pues venid aquí.
Y eso hicieron. Alrededor de una hora después, los dos enviados de la UCI se presentaron en el lugar cuando Pereiro y sus amigos estaban dando cuenta de las viandas. Invitaron a Pereiro a acercarse a un hotel y proceder a las extracciones, abandonando la amistosa reunión. El gallego dijo que no: «Estaba con unos amigos y no quería dejar la comida. Y no tenía obligación de hacerlo. Yo tengo que estar disponible para cualquier control durante una hora al día en un sitio concreto que está prefijado. En este caso, en mi casa, de siete a ocho de la mañana. Les dije que o procedíamos allí mismo o que esperaran lo que hubiera que esperar».
Los enviados de la UCI decidieron hacerlo en el restaurante. Al no haber espacio suficiente en el servicio, lo hicieron justo al lado, en el pasillo de los baños, detrás de unas puertas tipo oeste americano, que permiten ver las piernas y la cabeza. Allí, en un lugar accesible para cualquier otro cliente, Pereiro se bajó los pantalones y los calzoncillos hasta la altura de los tobillos, como mandan las normas; se subió la camiseta, se lavó las manos delante del vampiro para que pudiera dar fe de que no se producían manipulaciones y orinó con luz y taquígrafos.
Igualmente, los vampiros sacaron el material para realizar la extracción de sangre. Y allí, por donde la gente pasa camino de los baños, se tomaron las muestras, que se depositaron después en una nevera portátil. La imagen de Pereiro entrando a los aseos acompañado de un hombre y una mujer con una nevera llamó la atención de la clientela y de los camareros. Según Alejandro Gómez: «La gente alucinaba. Estaba lleno de extranjeros que miraban a tres personas meterse en la zona de baños, que tardaron en volver y que hacían movimientos extraños tras las puertas. ¿No quieren limpieza en el deporte? Entonces, ¿por qué se hace una extracción de sangre en un lugar tan poco higiénico? Desde el punto de vista de un deportista, nos tratan como a delincuentes. Tenía que haber ido a la Catedral a hacerse el control».
«La verdad -dijo Pereiro- es que ahora me lo tomo a broma, pero es para estar quemado. ¿Por qué se gastan el dinero en mí que hace meses que no compito? Ya me han hecho controles en bares, aeropuertos, nada más acabar un partido de fútbol... en fin. La gente que estaba en el local comprobó a qué situaciones se puede llegar».
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